martes, 27 de enero de 2009

La Noche del Mono Loco

Programa de radio emitido en M80 durante, al menos que yo recuerde, el año 1998 y presentado por Nona Rubio. Recuerdo que era el año 1998 porque Bunbury acababa de sacar el Radical Sonora y alucinaba con la electrónica más mántrica, la de los sonidos hipnóticos, las remezclas larguísimas con bases dub y de esas estaba el programa lleno. Luego-o antes, no me hagan mucho caso- pasaban por la misma cadena un programa-esta vez desconexión nacional- bastante aburrido en el que las personas mandaban sus historias y la presentadora las leía. Pero eso era bastante más flojo, claro. Nona Rubio y La Noche del Mono Loco, con la cuña eterna: Sonido hipnóticos y nuevas tendencias, haciéndome creer que la vanguardia se podía alcanzar desde una habitación en casa de mis padres. La noche del mono loco era un mantra pesado, un laberinto deliberadamente borgiano, un lugar donde cualquier reflejo nos devolvía una imagen bastante parecida a lo que nos hubiera gustado ser. Recuerdo el Salomé (J.L.F.´s trip to palace pier mix), ocho minutos de densidad absoluta, de cajas de ritmo y programaciones. Qué grandes eran los JLF y aquel disco desde las latitudes heladas, con la canción de la reina de picas. De vez en cuando Nona emitía cortes con las voces de artistas aragoneses saludando a los oyentes. Recuerdo al mismo Bunbury y también la primera vez que escuché al Luto del Rey Cuervo. “Pasarán los años antes de que volvamos a ser niños”. Los platos del dj, el valle de valium, el Central cuando aún estaba abierto, el derrumbe frente al ansiolítico más caro. Entonces empecé a escuchar a Babasónicos, a Estelares, a Victoria Abril...aunque eso vino más bien a través de mi fe completa al nuevo rock sónico argentino que predicaba Zona de Obras. Yo creo que llegué a mandarle alguna carta al programa, por aquel entonces estaba obsesionado con Arrabal, el katovit y Francisco Umbral. Sí, si se la mandé, claro, y como obsequio me dejó en la entrada de Radio Zaragoza una cinta de cassette TDK con una selección de sus temas favoritos, de los temas de la Noche del Mono Loco. Salían Madelman, Manta Ray, Asian Dub Foundation...quizá también Paul Weller y alguna canción del Earthling de Bowie. También había una carta suya agradeciéndome las escuchas. Después creo que se fue a Sitges y volví a coincidir con ella en la Estación del Silencio de Madrid, ella pinchaba bajo el seudónimo del Señor Rosa y yo recitaba. Le regalé un libro de poemas. También la vi alguna vez de pasada en la Paloma, en Barcelona, una noche mágica con Miqui Puig y el conjunto eléctrico dándolo todo sobre el escenario. Incluso intercambiamos algunos mails para un proyecto de libro con la editorial del Imperdible. Pero siempre he preferido separar a la periodista de la voz que alumbraba aquellos duermevela del domingo, entre las doce y la una o la una y las dos. “Zaragoza duerme y olvida, pero yo no duermo ni olvido.” Esa cinta y otra que me grabó Jaime Cebrián, con una sesión de Ernesto Telephunken en el Planeta las escuché hasta quemarlas. Eran los verdaderos tiempos de A la felicidad por la electrónica, cuando el Apoteke estaba abierto (sí, antes del Fantasma de los Ojos Azules y el Tiger Lilly) y desde las ondas llegaba el mito de la ciudad sumergida, aquella Zaragoza en la tras las ventanas de las casas abandonadas vivían extrañas razas con rasgos escasamente humanoides. Yo buscaba afinar el secuenciador que llevaba dentro de mi pecho a la escala adecuada de aquella ciudad. Yo estaba allí o por lo menos la persona que me lo contó se parecía mucho a mí. Aunque él ahora deambula por habitaciones que pueden perfectamente ser las tuyas tratando de encontrarse.

lunes, 26 de enero de 2009

Perico Fernández


Boxeador zaragozano nacido el 19 de Octubre de 1952. En la actualidad-no hace falta que hagan la cuenta- tiene 56 años y es fácil encontrarle en sus lugares habituales, el Marpy, el Rogelios, donde uno puede saludarle y el campeón, inmensamente atento si se le trata con educación, conversará con él. Crecido en un hospicio al lado de la plaza de toros a comienzos de los setenta empieza a entrenar en el Boxing Club de Miranda, donde rápidamente y viendo su potencial, pasa de amateur a profesional en muy poco tiempo.

Perico Fernández, zaragozano, aragonés, es uno de los tres españoles que ha conseguido el título mundial. Además Perico Fernández lo consigue allende de nuestras fronteras. En 1974 Perico vence a Lion Furuyama tras quince asaltos y decisión técnica, en Roma. En veladas míticas, de madrugada, mucha gente os podrá contar dónde estaba el 15 de Julio de 1975, con temperaturas que superaban los 45ºC, la humedad asfixiante que cubría el cuadrilátero en Bangkok, el día que Perico Fernández perdió su título mundial frente a Saensak Muangsurín, un animal que antes de dedicarse al boxeo había disputado doscientos combates de lucha tailandesa-ríanse de Urtain y sus decadentes apariciones en las arenas españolas del catch-. En el octavo asalto el campeón aragonés, impotente, se levanta en su esquina y abandona. La puta calor.

Perico Fernández, a pesar de no gustarle demasiado entrenar, era un talento natural para el boxeo. Si hablas con personas que no sean excesivamente aficionados al boxeo casi todos recuerdan que “no sabes las hostias que daba”. Supongo que eso es bastante significativo. Además del campeonato del mundo se hace con el cetro europeo en 1974 (superligero) y 1976 (ligero).

Perico Fernández grabó un single: Fuera de combate/No puedo vivir sin ti. Casi un ritmo de revival psicobilly, con un órgano hammond en primera línea y una lírica de realismo sucio. Yo lo pincho habitualmente. A Perico, que tocaba el piano de oído y del que existen fotografías empuñando una guitarra eléctrica al frente de una banda de rock, le encantaba Adriano Celentano. Y eso son palabras mayores. Su relación con la música no termina allí, Perico Fernández aparece interpretando al entrenador que jalea a Enrique Bunbury en la sesión fotográfica que decora el interior del LP Flamingos (EMI, 2002). El calzón que lleva Bunbury es el de Benito Escriche, promotor de boxeo, toreo aficionado y padre adoptivo de Perico. Además, durante la gira del Freak Show de Bunbury, el hijo de Escriche se dedicaba a organizar combates de lucha libre mexicana en los aledaños del escenario como parte del espectáculo que acompañaba aquella memorable gira.

Mi profesora de inglés nos daba clase en uno de esos bajos acondicionados para oficinas, compartido con un estudio de arquitectura o diseño-nunca me quedó muy claro, la verdad-; un día que llegué a la clase nocturna un poco antes me quedé esperando en una de las habitaciones. Había un cuadro colgado, lleno de colores, una instantánea urbana, con tono del XIX... me acerco un poco-uno está muy aburrido- y de pronto veo que está firmado por Perico Fernández. Unos años más tarde el escritor Ismael Grasa-que me prestó amablemente sus dos tomos de La Vida en un puño antes de que Félix Romeo lo encontrara en un mercadillo usando sus superpoderes para la detección de libros de saldo entre las montañas apiladas- me contó que Perico, además de sus propias creaciones, tenía una habilidad especial para las imitaciones de grandes obras de arte y que era fácil encontrar alguna de sus obras en el Rastro zaragozano. Recupero unas declaraciones de José Luis Martín Berrocal (millonario, mecenas y durante unos años dueño del Logroñés CF) aparecidas en el número 9 de Confesiones de Margot-digo aparecidas aunque las debimos copiar de algún sitio, claro-: “Le acabo de comprar ocho cuadros a Perico Fernández. Para lo que le han enseñado pinta superior. El problema de Perico es que se cree que a Zaragoza lo conocen por él. Luchamos para colocarlo de portero en el Ayuntamiento de Zaragoza, pero cuando se entrevistó con el jefe de personal, le dijo: Hijo de Puta, si quieres un portero, ficha a Zubizarreta”.

Hay varias leyendas urbanas que he ido escuchando, atesorando y contando durante estos años sobre Perico Fernández: posiblemente la primera me la contó Rafael Milián la primera vez que viajé a París y en vez de visitar la ciudad nos quedábamos hasta tarde bebiendo bourbon y escuchando historias: Perico aparece en un plató de televisión y antes de comenzar la entrevista le pide un momento al periodista: “...que quiero, que a mi amigo Félix se le ha muerto su padre...y quisiera aprovechar que estoy en televisión para decirle...pues eso, ENHORABUENA... silencio sepulcral en el estudio, es difícil definir el rostro del espectador. Perico, quizá sospechando que algo no es demasiado correcto, apostilla...bueno, enhorabuena o...lo que se venga a decir en estos casos”. Juan Bueso, abogado zaragozano residente en Dublín: “...calle Francisco de Vitoria, noche de sábado, primera mitad de los años noventa, un coche trata de avanzar entre la gente apostada en la calle, un adolescente, quizá con la euforia del alcohol y malhumorado por la insistencia del vehículo por pasar, golpea el capó. Inmediatamente del interior surge la figura de Perico Fernández que al grito de “Hostias, que quiero venderlo y abollado no lo va a querer nadie” –hay una versión alternativa de esta leyenda en la que la frase era: “Hostias, que quiero vendérselo a las MONJAS y abollado no lo va a querer nadie” pero no está comprobado- trata de agredirle. Es detenido por el resto de los ocupantes del vehículo, que lo tranquilizan. El adolescente no vuelve nunca a golpear los coches ajenos, se recicla, abandonando los malos hábitos y se convierte en un hombre de provecho.Víctor Sebastián, Ingeniero Químico: De nuevo en el marco de un programa de la televisión regional, sección TVE, Perico trata de explicar cuál es su ocupación actual, su carrera como pintor, el presentador trata de saber algo más, las preguntas parecen molestar al púgil, que da por terminada la entrevista con la frase “Que no te entiendo, que no me hagas preguntas tan raras”. Rafa Milián de nuevo: “Estábamos en el colegio, en los Corazonistas, al lado de Plaza de los Sitios, y de vez en cuando venía Escriche con Perico Fernández, no sé muy bien a qué, lo pediría la dirección, para que los chicos viéramos al campeón. Total, que un día llega Perico y todos nos arremolinamos alrededor, le saludamos, Perico es muy amable con todos nosotros...uno le acerca un balón de fútbol y le dice: Perico dale una patada. Perico golpea el balón con tanta fuerza que lo cuelga en el techo de uno de los edificios del colegio. Todos nos quedamos con la boca abierta. Nos habíamos quedado sin pelota para jugar. Perico se encoge de hombros y nos dice: No habérmelo pedido.” También se cuenta que Perico Fernández fue el primer hombre que se divorció en Aragón y que conducía sin carnet su coche Paseo Independencia arriba, Paseo Independencia abajo para que la gente lo saludara desde su descapotable, hasta que la policía le tuvo que pedir amablemente que lo hiciera. No podía conducir sin carnet, aunque fuera campeón del mundo. Otra leyenda urbana dice que Perico Fernández le ponía a sus hijos el mismo nombre, con las complicaciones que eso suponía para las relaciones familiares o que existe un cortometraje protagonizado por Jorge Sanz-en el papel de Perico-del que no se sabe título ni fecha pero del que es fácil encontrar testimonios de gente que asegura haberlo visto.

Perico Fernández se retira con 33 años-la edad de Cristo-después de pelear durante sus últimos años una serie de combates con jóvenes aspirantes que sólo deseaban tener una victoria en su palmarés frente a un campeón del mundo. Durante muchos años entrenó en la ciudad deportiva con el Real Zaragoza, coincidiendo en muchos casos con la generación mágica de los Zaraguayos-que también tendrán su entrada en este diccionario, por supuesto-. Una nota de prensa extraída de un periódico vizcaíno de uno de estos últimos combates del campeón: “El popular boxeador Perico Fernández protagonizó en Julio un escándalo en Bilbao. Ante 4000 personas, Fernández y Liria dejaron pasar el combate con pasividad mientras el público les abroncaba y el árbitro les amonestaba por su falta de combatividad. En el octavo asalto, el árbitro Gomendiourrutia acaba descalificando a ambos boxeadores, momento en que <<>> El colegiado sufriría una conmoción cerebral, mientras Perico Fernández conseguía escapar de las iras del público al ser detenido por la policía nacional.

Perico Fernández es protagonista también de la segunda parte de la trilogía poética escrita a cuatro manos con Juan Luis Saldaña. Si la primera se llamó Manual de Poesía para Zombies (segundo premio del IAJ del 2008 y publicado en un libro colectivo) y estaba dedicada a Ángel Guinda, Perico Fernández que estás en los cielos permanece inédito a la espera de ser premiado en algún concurso local. La tercera parte, todavía en proceso de creación-no sé si resulta demasiado ampuloso llamarlo así- tendrá a Kevin Magee como icono. Manténgase a la escucha.

Un icono de la Zaragoza-y de España, también- de los setenta. Un campeón siempre en el filo, entre la decadencia y la supervivencia con dignidad. La ilusión, la vida en un puño-así se llama la biografía escrita por José Antonio Ciria y Mariano Gistaín para los Libros del Día en el año 87, imposible de encontrar a menos que cuentes como ya he dicho con superpoderes o estés dispuesto a desembolsar una buenas perras en Internet en el Ebay-. Kid Tano, Joao Henrique, Tony Ortiz... nombres que se vieron desbordados por la pegada de Perico. El aguante argentino llevado a la capital del Ebro. Sobre todo, y pase lo que pase, nunca lo olviden, Perico Fernández fue Campeón del Mundo. Campeón del Mundo. Y si quieren un portero, fichen a Zubizarreta (o, como dice Perico en su última entrevista en el Heraldo de Aragón, si no quieres a Zubizarreta, llamas a Arconada).

sábado, 17 de enero de 2009

Los Sullivans




Banda zaragozana de pop (y rock?) zaragozano de los noventa y principios del 2000. Conocí a Pablo Malatesta (bajo, coros, teclados) una noche pinchando en el Candy Warhol. Se me acercó con un cd que contenía una de las canciones sobrantes de su primer LP en español, Amanece en blanco. La canción se llamaba Debut, era bastante buena-no sé por qué no la incluyeron nunca en Amanece en blanco- y me la cedió amablemente para el primer recopilatorio con canciones inéditas que por aquel entonces estaba montando, Mauricio levántate y zamba. Creo que fue mi primer acercamiento a los Sullivans en persona. Después conocí a Alberto (voz y guitarras)y a Eduardo (guitarra solista) –y a Iñigo, aunque a Iñigo sólo lo vi, creo-. Recuerdo un concierto organizado por Mondo Sonoro, en una de las plazas del casco, si me pongo a buscarla en el callejero me saldrá el nombre, es en la que está el colegio de notarios, pegada a la calle Manifestación. Lo recuerdo porque en ese escenario vi también un concierto estupendo de la Costa Brava, la primera vez que escuché a Sergio Algora cantar Nada me importa de los Módulos. Y las dos veces terminamos tomando copas en la Caja de los Hilos. Volvamos a los Sullivans y a esa noche, los grupos zaragozanos se metamorfoseaban-Staff eran Led Zeppelin, (William) U2 y Haikus los Joy Division- y los Sullivans eligieron (les habían quitado la opción de Bono y cía) darle salida al repertorio de Depeche Mode. No me acuerdo qué canciones tocaron, seguro Personal Jesus y estoy casi, casi seguro que Enjoy the Silence, de lo que me acuerdo perfectamente es de un tipo-Pablo, antes de ser Pablo Malatesta-salió con un abrigo de piel rosa furcia absolutamente glam y que parecía de lejos un osito fornido. El abrigo era de Gabi-de eso también me enteré años después-. Fue como ver a Placebo haciendo de New York Dolls (los que hayan visto Velvet Goldmine me entenderán, los que no, qué hacéis leyendo esto en vez de poneros a bajarla). Sé que había por allí una grabación a medio terminar del Space Oddity de Bowie con Guille Martín a la guitarra, una grabación que le pedí a Alberto Sullivan (conocido posteriormente como Fuxedo) cientos de veces y que nunca me dejó escuchar. Quizá este texto le enternezca y me lo muestre. Había rumores en la ciudad que decían que los Sullivans no ensañaban nunca. Yo los veía tan elegantes que llegué a pensar que no lo necesitaban. Luego descubrí que, en realidad, habían ensayado tanto los años anteriores que les salían las canciones solas. No necesitaban escenarios grandes para dejar al público impactado-aunque siempre contaban sus andanzas en Cabanillas (Navarra), cuando les pagaron el caché completo por un minuto y medio minuto de actuación como teloneros de Dover, cosas de la lluvia y del directo o cuando tocaron con Bunbury, Mclan o los Piratas. Hay dos conciertos claves para mí en la historia de Sullivans, en el Mar de Dios y en una caverna irlandesa por la zona de la avenida Madrid, en los dos me di cuenta de el potencial que tenían como banda. Para mí una banda es buena cuando después de su primer disco (las becerradas en inglés primerizas no las cuento, anda que ponerle a un tema Dammed Man Walking después del Earthling de Bowie tiene delito) la siguiente media docena de canciones es buena. Y eso es lo que allí había, siempre me quedaré con las ganas de no haberles convencido para grabar al menos un último EP con aquellas canciones nuevas -En medio del mar era mi favorita- y con la versión al piano de Mis horas perfectas de bonus tracks, como la tocaron en la taberna irlandesa con Pablo al teclado y que era estremecedoramente bella y en el Mar de Dios, no me resisto a copiar la crónica que hice: A cualquiera que me pregunte qué concierto esperaba con más interés de las fiestas del Pilar pasadas quizá le sorprenda mi respuesta: sí, a mí me encanta el Sr.Chinarro y a pesar de las dudas sobre su valía vertidas en esta misma página web diré que la genialidad de Antonio Luque, al menos para mí, está fuera de toda duda. Pero después de las aventuras del Quiromántico mayor el siguiente acontecimiento que me provocaba la salivación propia del deseo anticipatorio era la vuelta de los Sullivans al directo en la sagrada ciudad de Zaragoza. Su doblete en el FNAC-Artistas de hace unos meses me supo a poco y yo, yo quería mucho más. Los Sullivans en el Mar de Dios sonaron potentes, guitarreros y luminosos. El doble juego vocal de Pablo y Alberto en algunos temas nos regaló alguno de los mejores momentos de la noche (“no, ninguno de nosotros, estamos hechos de frío, de frío”), en el que se repasaron las canciones antiguas, procedentes del disco Amanece en Blanco, que trajeron el regusto de lo conocido y la interpretación compacta: estribillos y acordes rugosos, la batería precisa, el bajo agreste y los arabescos de guitarra: Amanece en blanco, Ruido Aparente o Celuloide. Paco Lahiguera, técnico de sonido y puntual colaborador se declaro como no responsable de nada de lo sucedido antes y después de la grabación de ese disco moderadamente maldito.Pero es en los nuevos temas que se presentaron, con cadencias de la electrónica más elegante y los ribetes bailables (“aunque si sólo bailan nuestras novias…¿estamos haciendo algo mal? AlFuxedo dixit) donde se encuentran el material y sendas transitadas por The Faint, Vive la Fête, Interpol o los nunca suficientemente clásicos New Order o Niños del Brasil, son las sendas a transitar en el futuro del Sulliworld.La demoledora versión del Personal Jesús de los Depeche Mode con la que cerraron el set, a base de salvajismo vocal e instrumental es uno de esos temas que hay que grabar como cara B o para los discos recopilatorios de algún fanzine. Pinchable, fuera del tecno peleón o la máscara mesiánica de J.Cash. Recordatorio también para el bis delicado de Las horas perfectas, momento emo del concierto, con el frontman megáfono en mano, transmitiéndonos la pereza y delicadeza de los minutos. Thanks men. Durante muchos años pensé en presentar el fanzine, el confesiones de margot, en una fiesta en Madrid. Tenía hasta elegido el sitio: El Barbarella (allí estuvimos viendo una noche Alberto y yo tres canciones de La Costa Brava, una con Dani Garuz a la batería, y eso puedo demostrarlo) y de invitado a Santi Rex (se llegó a hablar de montar unas versiones de los Smiths para ganarse el apoyo del público asistente, no sé si era Hand in Globe o This Charming Man... cualquiera de ellas cantada a dúo por Alberto y Santi Rex hubiera sido memorable, aunque me queda la duda de quién hubiera hecho de Sandie Shaw). Pero, como otros tantos planes, se diluyó-like tears in the rain-. Luego vinieron las fiestas en mi primera casa, en San Antonio María Claret, con los tres Sullivans, con Rafa Guisante rompiendo copas de cristal sin querer, el día que Alberto y Cris aparecieron con unos cochecitos de juguete y nos dedicamos a hacer carreras por el pasillo, con Santi Rex reconvertido durante unas horas en lady bourbon, Richi Fandango (o estaba Richi en la fiesta o luego íbamos a verle pinchar con los Fandango a la Morrissey, a mí la electrónica me aburría pero entonces el concepto era más sencillo: fiesta o no fiesta y claro, con los Fandango siempre había fiesta), la manía de Pablo de llenarme el cuarto de baño con pinzas de la ropa (y siempre me la pegaba el tío, no me daba cuenta del pequeño montaje escénico hasta la mañana siguiente). Era el Sulliworld. En una de esas fiestas Alberto, que vivía en Madrid, nos contó que sus gatas eran muy punks (Ziggy y Stardust) y que además de vez en cuando se le acercaban en celo y él, para tranquilizarlas, las acariciaba con un palito para los oídos en sus partes íntimas. El problema no era ese, más bien era que Pablo Malatesta –que también estaba esa noche en mi casa- lo encontró completamente normal. De allí viene la historia (o leyenda, elegid vosotros) de que para ser miembro de los Sullivans había que tener algún tipo de acercamiento erótico-festivo con algún animal (gatas mejor). Ellos fueron durante mucho tiempo los protagonistas principales de las Crónicas de ZarAgota, cuando aún estaban en Aragón Musical y cuando yo también creía en la buena fe de algunos que luego demostraron ser unos falsos. Una noche con Eduardo, Jordi Bronski y Santi Rex después de un concierto de Volador, Alberto preparando un proyecto de bailanta y cumbia electrónica con Sergio Algora en el Bacharach, las miles de horas amorrados a la barra de la Morrissey con Pablo mientras trasegábamos vodka con zumo de naranja y fantaseábamos con montar algo que entonces no sabíamos que se iba a llamar Experimentos in da notte. Después llegó Juako y sus crónicas del zaragobio, las risitas, el desdén y la tristeza. Llámenme sensiblero pero de vez en cuando hay que recordar estos buenos momentos. Supongo que era otra Zaragoza, ni mejor ni peor, más inocente pero mucho más falsa. Luego vino De Vito. Pero eso, eso es otra historia.

sábado, 10 de enero de 2009

Cass



o la chica más guapa de la ciudad. El título de esta canción de Mas Birras que aparece en el disco Otra Ronda –1984- viene de un personaje de Bukowski, que aparece en su libro... (acabo de descubrir que tengo once libros de Bukowski, entre novelas, cuentos y poesía...pero no tengo en el que aparece Cass, lo debí coger en la biblioteca o se lo presté a alguien o no sé muy bien cuándo pero lo leí, lo leí seguro. Me pasaba los veranos en Salou leyendo a Bukowski, en esas ediciones de compactos Anagrama, todo lo que tenían en un quiosco enorme que había cerca del pueblo, al lado de las ferias, se llamaba el Faro o el Faro 2, no me acuerdo, había otro Faro o Faro 2 un poco más cerca del bungalow de mis abuelos pero su surtido de libros era mucho peor. Lo que sí que era curioso es que ambos quioscos tenían al lado una heladería, la Ibense, los dos, el faro y el Faro 2 tenían un establecimiento de la Ibense al lado. No había mucho más que hacer en Salou, pasear, leer a Bukowski, esperar que se terminara el verano y el reinado del aburridísimo Indurain en el Tour. )...sí, ya está, Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones. Así se llama el libro de Bukowski. Yo tuve ese libro. Definitivamente se lo debí prestar a alguien. Aunque el poema, el texto al que Gabriel Sopeña le puso música para escribir el clásico de Mas Birras, es de José Luis Rodríguez García, unos versos que aparecen en Tan sólo infiernos sobre la hierba, de1981 (dato este extraído de Internet, claro), que se inspiró en el texto del Bukowski. La grabación de Cass llegaba a nuestras manos-a la gente de mi generación, me refiero-siempre en cassette. Los vinilos de Mas Birras estaban en manos de unos cuantos elegidos y algún despistado que los guardaban celosamente en la época primera del cd. Luego se hizo una edición horrible de las obras completas de Mas Birras (completa sólo aparentemente, dejando fuera temas de la discografía de la banda zaragozana que cantaba Sopeña y sin incluir los créditos en un libreto de diseño cateto) que es mejor olvidar. Todos teníamos la cassette, con el sonido extraño, con Asesinato en Torrero a un volumen bajísimo, con Beber no cura, con Loreto... también estaban, claro Apuesta por el rockandroll (aunque a mí siempre me gustó mucho más la versión de Héroes del Silencio, también en cinta TDK y escuchada unas mil veces en un épico viaje de final de curso a Roma) y Cass. Era otra cosa, era la vida condensada en unos minutos, la carretera-leíamos a Keouac, yo lo leía todo, los subterráneos, esa era la vida que yo quería para mí-, aunque la canción fuera puramente urbana. Las chicas guapas, las que no nos hacían caso, las que no entendían o no eran capaces de apreciar el halo exquisito que tenía el rockandroll, la idea de dejarlo todo por ellas, sin miedo, con prisas, con hambre atrasada. Nunca se escuchaba a Mas Birras en aquella horrorosa Zaragoza de los noventa, nunca se escuchaba nada de los grupos que me gustaban en Zaragoza en aquella época. Sólo en el Tarazona (soy incapaz de recordar dónde estaba el Tarazona, allí aprendí a paladear el dyc con cocacola, allí la música era la Música, en cintas, sí, de nuevo, de cassette) y algunas veces en el Cayo Largo, casi siempre por pesadez, por insistencia. Con los años, después de miles de horas como pinchadiscos, me he encargado de compensar aquellas ausencias lo mejor que he podido, de devolver su lugar a Proscritos, Mas Birras, Mestizos, Malamente. De saldar alguna cuenta con el pasado, que es en lo que termina resumiéndose el presente, de verdad. Para mí sólo ha habido un puñado de chicas en Zaragoza que se merecieran ese nombre. De las primeras no recuerdo ni sus caras, sólo las picazones que me dejaron en el pecho sus rechazos (o, lo que es peor, su indiferencia. Siempre es mejor irse a dormir con una derrota que sin haberlo intentado. Esa es mi teoría). Sí que tengo en mente a las tres últimas, pero omitiré sus nombres a menos que este blog termine siendo un libro, en cuyo caso abordaré sus biografías con toda la elegancia que me sea posible. A una la recuerdo tras la barra del Bacharach y en un concierto de los Vibrants, a la otra siempre cerca de mí, con el esplendor que le daban las luces de la Casa del Loco en los conciertos de verdad. Y a la tercera, llevar tacones es lo mucho más rockero que botas camperas, y eso todo el mundo lo sabe. Hay más historias sobre Cass, en Buenos Aires, cuando descubrí que Polaroid de Locura Ordinaria, la canción de Fito Páez que aparece en Ey! –de 1987- también estaba inspirada en el cuento de Bukowski (aunque sea casi imposible detectarlo). Hace no demasiados meses volvió a aparecer en mi vida, cuando en la presentación de Hank Over, un libro de homenaje a Bukowski, estuvimos tocando en el Interferencias- aún estaba Jaime L. Novo en la banda- y subió David Mayor a leer un texto y, mirándonos a la cara, nos dijo: No puedo entender que estemos en un recital tributo a Bukowski y a nadie se le haya ocurrido leer esto. Y sacando el libro de José Luis Rodríguez García empezó a leer Cass. Tendría que haberle dicho que tenía toda la razón del mundo, pero el problema es que yo no tenía ese libro.

lunes, 5 de enero de 2009

El Duende del Hornillo



Leyenda urbana zaragozana. En una casa de la entrada de Arzobispo Morcillo (y para los que no dominen demasiado bien el callejero de Zaragoza, la calle Arzobispo Morcillo-al que por cierto mi padre llego a conocer cuando se encargaba de confirmar a sus alumnos en el periplo como maestro rural de mi progenitor, no piensen que todas los nombres de las calles, como las bandas que salen en portada del rockdelux, se los inventan-es la que está enfrente de la Ibercaja del Royo y va desde Juan Pablo Bonet hasta una de las entradas del parque Primo de Rivera), aunque creo que no era exactamente Arzobispo Morcillo, más bien Gascón de Gotor. Tampoco es muy importante, de todas maneras, en ese número dos de Gascón de Gotor, más bien en el solar del edificio donde sucedieron los hechos se levanta ahora una casa moderna, bautizado como el Edificio del Duende. Cosas del marketing, imagino. Pongámonos en situación, septiembre de 1934, unas sonoras carcajadas estallan súbitamente en las escaleras del primer y del segundo piso, es alta madrugada y los vecino se levantan de la cama, asustados, preguntándose cuál es el origen de tan misterioso sonido. La extrañeza es absoluta cuando descubren que no hay nadie deambulando en los rellanos y las risas se diluyen en el silencio poco después. Unos días después, exactamente el 15 de Noviembre, y esta vez a primeras horas de la mañana, Isabel, la inquilina del segundo derecha escucha de los labios de su criada, Pascuala Alcocer, de dieciséis años, que una lastimera voz masculina se ha dirigido a ella en la cocina, a pesar de encontrarse completamente sola en la estancia. Por supuesto no la cree, hasta que al ía siguiente, mientras la criada cierra la trampilla del fogón, Isabel oye un chillido varonil que se articulaba en un Ay de dolor y a continuación chillaba María ven. Pocos minutos después de presentar una denuncia en la comisaría un agente entraba en la cocina y se dirigía directamente al hornillo mientras se burlada del gentío que se había congregado para presenciar el hecho. Al remover el interior del fogón con un gancho se oye de nuevo un sonido bronco, una voz en la lejanía que gritaba Ay, ay me haces daño. Las burlas cesaron de inmediato. Se realizaron registros minuciosos por toda la casa, buscando a alguien que emitiera esos sonidos, incluso agentes del grupo de asalto suben al tejado y cortan las antenas de la radio, llegando incluso a cavar un foso alrededor del edificio para descubrir si había algún cable enterrado. No se encuentra explicación y el sábado 24 de Noviembre el juez de guardia Don Pablo de Pablos, acompañado de dos forenses se persona en la finca para examinar a la chica que ha escuchado por primera vez la voz del duende. Finalmente el juez sugiere que todo el mundo abandone el edificio y mientras policías y vecinos salían por la puerta principal se oyó una voz que decía adiós, adiós. Un duende graciosillo, como podemos ver. El 26 de Noviembre el comisario Sr. Pérez de Soto declaraba a la prensa que había retirado la guardia del interior de la casa. Al parecer no se había vuelto a escuchar la voz desde que se desalojó la casa. El jueves 28 de Noviembre la policía impedía el acceso a la casa encantada del entonces famoso vidente aragonés Tomás Menés, cuya visita sería filmada con cinematógrafo. No se sabe el paradero de aquellas cintas (podría estar bien escribir un cuento de miedo en el que un joven investigador encuentra estas cintas en los sótanos de la delegación de gobierno, en la zona reservada para los archivos de la época de la gobernación civil). Especialistas de los servicios de seguridad del estado, bajo el mando del entonces gobernador civil de Zaragoza, Don Otero Mirelis, realizan una serie de pruebas y experimentos que parecían haber controlado las apariciones y voces del duende. Dicen que la noticia del Duende del Hornillo hizo llegar hasta la capital aragonesa corresponsales de periódicos internacionales y mantuvo a las fuerzas vivas prácticamente concentradas en contener a las turbas de curiosos. De todos modos los primeros inquilinos del segundo derecha abandonan el piso y tras el precipitado desalojo los habitantes del tercero derecha pasaron a ocupar la casa encantada. Entre los miedos de esa familia se encontraba Arturo Grijalba Torre y que entonces contaba con cuatro años y que durante muchos años fue la única persona viva que mantuvo contacto directo con el Duende del Hornillo (en el 2003 tenía 73 años, hoy espero que tenga 79 años). Porque evidentemente el invisible ser se saltó el cerco del gobernador civil y volvió a mantener conversaciones. En unas declaraciones a un programa de Antena 3, hace ya unos años, llegó a contar que el duende del hornillo tenía hasta capacidad de adivinación. En Enero de 1935 y tan súbitamente como habían aparecido las voces se marcharon. Yo había oído la historia pero no llegó a ser una obsesión para mí hasta que Iker Jiménez en sus primeras temporadas al frente de Milenio 3 (mucho antes de pasarse a la tele) la retomó e incluso llegó a preparar una deliciosa recreación radiofónica, basada en el teatro hablado. Recuerdo haberle escrito un correo electrónico y el bueno de Iker, que no se había convertido en el personaje inaccesible que es ahora, me lo contestó personalmente. Quería informarme acerca de hechos misteriosos en Zaragoza para un especial de lo Oculto en el número 9 del fanzine Confesiones de Margot para el que el plato fuerte era un texto que se llamó: No se acerquen demasiado y que firmé como Leo Camaleón y en el que afirmaba que las voces habían cesado pero que la criatura podría seguir rondando. Me encanta ese número del fanzine.

Magee, Kevin




Kevin Magee fue la estrella del CAI Zaragoza en aquel año 1983, el de la primera copa del Rey. Mi padre siempre me contaba que la imagen que más le impactó fue ver a Magee desatado tocando el bombo de, claro, Manolo el del Bombo en el pabellón del Huevo. Mi padre decía que era un jugador excelente, que el CAI había ganado aquel partido por él. Años después encontré en una vieja revista de baloncesto (no, no era el Gigantes del Basket, era algo todavía más extremo, más de la efervescencia de la ACB de finales de los ochenta y comienzos de los noventa) las estadísticas de aquel partido y tampoco es que se hubiera salido anotando ni reboteando. Mi padre también aseguraba (estoy seguro que esto era medio en broma, pero nunca se sabe) que la gente contaba que Magee se metía rayas de cocaína en los descansos. Eso es anatómicamente imposible por muy bueno que seas, no creo que ni el Diego ni Julio Alberto lo llegaran a hacer nunca. Después Magee se fue a ganar dolares israelíes y copas de Europa con el Maccabi Tel Aviv, aunque las dos finales que le vi se las llevó la Tracer de Milán de McDoo y esa especie de Beatles yugoslavos que era la Jugoplástika (pero si es que hasta el que llevaba las toallas acabó siendo máximo anotador en la liga española con el Breogán de Lugo), después dejaron de ser yugoslavos y empezaron a ser croatas, pero esa es otra historia. Se llamaba Ken Barlow, el segundo americano del Maccabi, un tres con recorrido que el Barcelona estuvo tratando de fichar un par de años. Dentro de la pintura se las arreglaba Magee con un destacamento norteamericano con pasaporte judío (Lavon Mercer, otro grande). Que el CAI ganara aquella copa del 83 marcó a una generación, a dos generaciones, a casi todas las generaciones hasta que los guerrilleros de Julbe fueron eliminados en cuartos aquella última temporada. Una noche acabamos en casa de una compañera de laboratorio (por aquel entonces trabajaba en la Facultad de Ciencias), que compartía piso con una francesita preciosa, de película (y que tenía un novio, que volviendo a las analogías baloncestísticas, le llamábamos George Muresan, un rumano de 2.31 metros-por qué me acordaré de esos detalles-que jugaba el Pau Orthez y luego, mientras las rodillas le aguantaron dio guerra en la NBA, era más potente que Manute Bol), me acerqué con algunos aliados Margot (Salmón, Pata, Pina, JV...) y mientras asimilábamos que había pocos temas que manejar encontramos entre las estanterías de aquel piso alquilado enfrente de la estación del Portillo (por entonces salían y entraban trenes todavía, incluso funcionaba la sede de correos que había al lado) un extraño libro escrito en caracteres cilíricos, los escrutamos con atención y acabamos descubriendo que era un cuadernillo que la gente del Zalguiris Kaunas (el equipo lituano donde jugaban, entre otros, los míticos Homicius y Sabonis) entregaba por cortesía a cada equipo que jugaba competiciones europeas con ellos. Algo raro estaba pasando, qué hacía un ejemplar de la historia del equipo de la URSS (cuando se publicó era soviético, soviético) en aquella casa. De pronto encontramos en una de las paredes del salón una foto enorme, en blanco y negro, de las celebraciones de aquella final del 83, aparecía hasta Paco Binaburo en una esquina. Lo primero era descubrir qué hacía todo esa parafernalia allí, lo segundo asumir que las mujeres eran capaces de captar la atención de absolutamente todas las neuronas disponibles de aquella panda de aprendices de culturetas que nos impregnábamos en ron y whisky con absoluta desesperación. Coño, que estaba bien grande, colgada en una de las paredes donde tenía lugar el pequeño guateque postmoderno y desesperado al que habíamos acudido. Me acabé enterando que aquel piso era de Rafa Sansegundo, un muchacho altísimo, de los que el CAI reclutaba en las famosas operaciones altura (si llegaba hasta una señal marcada en la pared podías ser válido, los límites eran puramente anatómicos, nada de necesidades técnicas, todo eso se puede aprender) y que había sido el noveno o décimo jugador de aquella plantilla. El chico había muerto de una leucemia galopante y su madre había alquilado el piso a mi compañera con la única condición de que no quitara ninguno de los recuerdos de su hijo. Allí estábamos, en la casa de uno de los ganadores de la Copa del Rey del 83. Nos costó poco encontrar la reproducción del título, una pequeña copa que se llevó cada uno de los miembros del equipo y que se había quedado olvidada en uno de los estantes del salón. No nos hicimos ninguna foto (entonces no había móviles con cámara y nadie salía con las digitales a la calle, con lo caras que eran) pero estoy casi seguro de que nos la fuimos pasando y la sostuvimos unos instantes. Cuando nos íbamos tuve que cachear a Pata y sacarle de debajo de la chaqueta la copita (sí, ahora es un hombre casado, pero eso de beber no era solo, claro) antes de que, en un arrebato mitómano, la hurtase. Kevin Magee ya había vuelto al CAI en la temporada 90-91, con Mark Davis de segundo americano (sí, el de los 44 puntos de la segunda copa del Rey), una temporada en la que Paco Zapata era el 5 titular y todo era un delirio. Magee se arrastraba, no podía pelear con animales como Ramón Rivas o Stanley Roberts bajo los aros, pero seguía haciendo números tirando desde fuera y llevándose todos los rebotes fáciles. Se quedó entre los primeros en anotación y rebotes pero era una parodia de sí mismo. Luego se marchó a Italia y jugó unos años en la A2 de la Legga, donde hacía puntos a base de casta y oficio. Una mañana abrí el Heraldo de Aragón y me encontré la noticia de que el gran Kevin Magee había muerto en un accidente de tráfico. El hombre de la final del 83, la pantera negra, Kevin Magee había muerto. De todas maneras nunca me lo creí. Sé que Magee sigue, no sé muy bien dónde, en la CBA o en la primera división de Puerto Rico, esperando a que Jose Luis Rubio vuelva a tomar las riendas del CAI y lo llame de nuevo. Yo propongo dejar el príncipe Felipe para conciertos y volvernos todos al Huevo. Todos ganaríamos con el cambio.